Hay personas maravillosas; los cuentacuentos son capaces de transportarnos a mundos increíbles, de devolvernos al pasado, de enviarnos al futuro o de hacernos vivir historias apasionantes durante horas; los bibliotecarios lo hacen durante semanas; los libreros durante años. Pero las personas más maravillosas de todas son los escritores. Ellos crean esas historias, las modelan, le dan forma y la plasman sobre el papel. Ellos son el corazón que bombea la tinta de la imaginación.